viernes, 31 de mayo de 2013

Mater Suspiriorum; Lachrymarum; Tenebrarum




Nuestras Señoras del Dolor
Suspiria de Profundis




Thomas de Quincey (1785-1859)
Sinopsis/comentario:  Consumidor de opio inicialmente por dolores agudos de neuralgia, hacen que entre sus obras este la celebre Suspiria de Profundis (1845) donde aparecen “Las tres diosas de las tristezas.”
Quincey poseyó una fantasía subvertía muy original para la época, una educación esmeradísima, una sensibilidad artística aguda y una hábil critica no solo literaria, sino de la sociedad inglesa en general.
Su influjo sobre Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire fue inmenso.
A continuación citamos lo escrito por Quincey sobre las tres madonas que han inspirado tanto obras literarias (Nuestra Señora de las tinieblas de Fritz Leiber) como la trilogía cinemática (Suspiria, Inferno y La tercera madre de Dario Argento).
Como veréis en el escrito las madres están supeditadas a una matriarca llamada Levana.




«Con frecuencia he visto en Oxford a Levana en mis sueños. La conocía por sus símbolos romanos.» Pero, ¿qué es Levana? Era la diosa romana que presidía las primeras horas del niño, la que le confería, por decirlo así, la dignidad humana. «En el momento del nacimiento, cuando el niño respiraba por primera vez la atmósfera turbia de nuestro planeta, se le depositaba en tierra. Pero casi inmediatamente, por miedo a que una criatura tan grande se arrastrase por el suelo más de un instante, el padre, como mandatario de la diosa Levana, o algún pariente cercano, como mandatario del padre, lo levantaba en el aire, le mandaba mirar a lo alto, como si fuera el rey de este mundo, y presentaba la frente del niño a las estrellas, diciéndoles quizá para su adentros: “¡Contemplad lo que es más grande que vosotras!”. Este acto simbólico representaba la función de Levana. Y esta deidad misteriosa, que nunca ha desvelado sus rasgos (excepto a mí, en sueños) y que siempre ha actuado por delegación, deriva su nombre latino del verbo levare, levantar en el aire, mantener alzado.»

Naturalmente muchas personas han entendido por Levana el poder tutelar que supervisa y rige la educación de los niños. Pero no se crea que aquí se trata de esa pedagogía que sólo reina por los alfabetos y las gramáticas; es preciso pensar sobre todo «en este vasto sistema de fuerzas centrales que está oculto en el profundo seno de la vida humana y que trabaja incesantemente a los niños, enseñándoles a su vez la pasión, la lucha, la tentación, la energía de la resistencia».
Levana ennoblece al ser humano que supervisa, pero por medios crueles. Esa buena nodriza es dura y severa, y, entre los procedimientos que usa más a gusto para perfeccionar a la criatura humana, el que prefiere a todos los demás es el dolor. Tres diosas le están sometidas, y las emplea para sus designios misteriosos. Como hay tres Gracias, tres Parcas, Tres Furias, como primitivamente había tres Musas, hay tres diosas de la tristeza. Son nuestras «Nuestra Señora de las Tristezas».





Las he visto a menudo hablando con Levana, y a veces incluso ocupándose de mí. ¿Hablan entonces? ¡Oh, no! Esos poderosos fantasmas desdeñan las insuficiencias del lenguaje. Pueden emitir palabras por los órganos del hombre cuando habitan en un corazón humano; pero entre ellas no se sirven de la voz, no emiten sonidos; un silencio eterno reina en sus dominios…




La mayor de las tres hermanas se llama Mater Lachrymarum, o Nuestra Señora de las Lágrimas. Es ella la que, noche y día, desvaría y gime, invocando rostros desvanecidos. Es ella la que estaba en Roma cuando se oyó una voz lamentarse: la de Raquel que lloraba a sus hijos y no quería ser consolada. También estaba en Belén la noche en que la espada de Herodes barrió a todos los inocentes fuera de sus casas… Sus ojos son sucesivamente dulces y penetrantes, espantados o adormecidos, elevándose a menudo hacia las nubes, acusando a menudo a los cielos. Lleva una diadema en la cabeza. Y sé por recuerdos de infancia que puede viajar sobre los vientos cuando oye el sollozo de las letanías y el trueno del órgano, o cuando contempla el desmoronamiento de las nubes en verano. Esta hermana mayor lleva en su cintura llaves más poderosas que las llaves papales, con las que abre todas las chozas y todos los palacios. Es ella, yo lo sé, la que todo el verano pasado ha permanecido a la cabecera del mendigo ciego, aquel con el que tanto me gustaba hablar y cuya piadosa hija, de ocho años de edad, de rasgos luminosos, resistía a la tentación de mezclarse con la alegría del pueblo para recorrer durante el día entero caminos polvorientos con su padre afligido. Por eso, Dios le envió una gran recompensa. En la primavera del año, y cuando ella misma comenzaba a florecer, le ha llamado junto a Él. Su padre ciego la llora sin cesar, y a medianoche siempre sueña que tiene aún en su mano la pequeña mano que le guiaba, y siempre se despierta en unas tinieblas que ahora son nuevas y más profundas tinieblas… Es con ayuda de esas llaves como Nuestra Señora de las Lágrimas se desliza, fantasma tenebroso, a las habitaciones de los hombres que no duermen, de las mujeres que no duermen, de los niños que no duermen, del Ganges al Nilo, del Nilo al Misisipi. Y como ella fue la primera que nació y posee el imperio más vasto, la honraremos con el título de Madona.




La segunda hermana se llama Mater Suspiriorum, Nuestra Señora de los Suspiros. Nunca sube a las nubes ni se pasea sobre los vientos. En su frente, ninguna diadema. Sus ojos, si se pudieran ver, no parecerían ni dulces ni penetrantes; no podría descifrarse en ellos ninguna historia; sólo se encontraría una masa confusa de sueños medio muertos y los restos de un delirio olvidado. Nunca levanta los ojos; su cabeza, tocada con un turbante hecho jirones, nunca está erguida y siempre mira la tierra. No llora, no gime. De vez en cuando suspira ininteligiblemente. Su hermana, la Madona, es a veces tempestuosa y frenética, delira contra el cielo y reclama a sus seres queridos. Pero Nuestra Señora de los Suspiros no grita nunca, no acusa nunca, no sueña nunca con rebelarse. Es humilde hasta la abyección. Su dulzura es la de los seres sin esperanza… Si murmura a veces, sólo lo hace en lugares solitarios, desolados como ella, en ciudades en ruinas y cuando el sol ha descendido a su reposo. Esta hermana es la que visita al Paria, al Judío, al esclavo que rema en las galeras… a la mujer sentada en las tinieblas, sin amor que abrigue su cabeza, sin esperanza que ilumine su soledad…; a todo cautivo en su prisión; a todos los que son traicionados y a todos los que son rechazados; a los que están proscritos por la ley de la tradición, y a los hijos de la desgracia hereditaria. Todos están acompañados por Nuestra Señora de los Suspiros. También ella lleva una llave, pero apenas la necesita. Pues su imperio se encuentra sobre todo entre las tiendas de Sem y los vagabundos de todos los climas. Sin embargo, entre las clases más altas de la humanidad encuentra algunos altares, e incluso en la gloriosa Inglaterra hay hombres que, ante el mundo, llevan su cabeza tan orgullosamente como un ciervo y que, secretamente, han recibido su marca en la frente.





¡Pero la tercera hermana, que también es la más joven!... ¡Chist! Hablemos de ella sólo en voz baja. Su imperio no es grande; en caso contrario ninguna carne podría vivir; pero sobre ese imperio su poder es absoluto…
A pesar del triple velo de crespón con el que envuelve su cabeza, por muy erguida que la lleve puede verse desde abajo el brillo salvaje que despiden sus ojos, luz de desesperación siempre deslumbrante, mañana y tarde, a mediodía tanto como a medianoche, a la hora del flujo tanto como a la del reflujo . Desafía a Dios. También es la madre de las demencias y la consejera de los suicidas… La Madona camina con pasos irregulares, rápidos o lentos, pero siempre con una gracia trágica. Nuestra Señora de los Suspiros se desliza tímidamente y con precaución. Pero la hermana más joven se mueve con movimientos imposibles de prever; brinca y da saltos de tigre. No lleva llave, pues, aunque visita raramente a los hombres, cuando se le permite acercarse a una puerta, la toma por asalto y la echa abajo. Y su nombre es Mater Tenebrarum, Nuestra Señora de las Tinieblas.


Tales eran las Euménides o Graciosas Diosas (como decía la antigua lisonja inspirada por el miedo) que atormentaban mis sueños en Oxford. La Madona hablaba con una mano misteriosa. Me tocaba la cabeza; apuntaba con el dedo a Nuestra Señora de los Suspiros, y sus señales, que ningún hombre puede leer a no ser en sueños, podían traducirse así: “¡Mira! ¡Aquí tenéis al que en su infancia he consagrado con mis altares! He hecho de él mi favorito. Yo lo he extraviado, yo lo he seducido, y desde lo alto del cielo, yo he atraído su corazón hacia el mío. Por mí se hizo idólatra; por mí, lleno de deseos y languideces, ha adorado el gusano de tierra y ha dirigido sus plegarias a la tumba vermicular. Sagrada para él era la tumba; amables eran las tinieblas; santa su corrupción.



¡A este joven idólatra yo he preparado para ti, querida y dulce Hermana de los Suspiros! Tómalo ahora en tu corazón y prepáralo para nuestra hermana terrible. Y tú —volviéndose hacia la Mater Tenebrarum— recíbelo a tu vez de ella. Haz que tu cetro pese sobre su cabeza. No sufras porque una mujer, con su ternura, venga a sentarse a su lado en su noche. Expulsa todas las debilidades de la esperanza, seca los bálsamos del amor, quema la fuente de las lágrimas; maldícele como tú sola sabes maldecir. Así se habrá hecho perfecto en el horno; así verá cosas que no deberían ser vistas, espectáculos que son abominables y secretos que son indecibles. Así leerá las antiguas verdades, las tristes verdades, las grandes, las terribles verdades. Así resucitará antes de estar muerto. Y nuestra misión quedará cumplida, la que nos encomendó Dios, que es atormentar su corazón hasta que hayamos desarrollado las facultades de su espíritu”»




Friz Leiber en nuestra señora de las tinieblas (1993),  utiliza de prologo a nuestra mater Tenebrarum de Quince tras el cual comienza su novela  con un argumento donde aparece un escritor (Franz) que tiene en su poder un extraño libro titulado “Megapolisomancia” escrito por Thibaut De Catries, en el cual se habla de las entidades paraméntales que originan las ciudades modernas… Franz empieza a ver cosas desde la ventana de su cuarto.
En la vecina colina de Corona Heigts se mueven extraños entes…
El libro es muy metaliterario, haciendo alusiones y citas a Lovercraft, Clark Ashton, etc...
En fin un libro de un gran escritor, pero que no siempre es capaz de llegar al lector, por ejemplo esta novela que es amena de leer pero compleja de asimilar.




En cuanto a la trilogía de las tres madres de Dario Argento, este comenzó con Suspiria dándole un toque mas físico a la entidad que en su película es una poderosa bruja y donde su centro de poder reside en una casa en Fribusgo de Brisgovia Alemania.




(las otras dos madres tendrán sus centros en otras ciudades, Mater Tenebrarum en New York y Mater Lachrymarum en Roma).




El guión de suspiria esta escrito por Dario Argento y Daria Nicolodi entonces su pareja sentimental, esta ultima se baso en una experiencia personal de su propia madre que al parecer residió en su infancia en un siniestro internado relacionado con una secta ocultista (por eso lo de las brujas)



La otra fuente de inspiración (que cobraría relevancia en las secuelas) es el poema en prosa de Quincey.
También los films son deudores del expresionismo alemán, que siempre ha reconocido admirar Argento, algo apreciable en elementos, como el antinatural uso del color  o el tratamiento de las sombras y el contraluz.






By Tallman.

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