LA BIOGRAFIA MALDITA DE LORD BYRON
Carta abierta a Miguel Kramskoi
Emili Gil
Años ha, estaba yo recolectando vicios infumables en el dominical Mercat de Sant Antoni de Barcelona cuando me encontré lo que consideré en aquel momento una pequeña joya: un librito de la popular colección pulga con la biografía de Lord Byron. Ilusionado la compré y me dirigí inmediatamente a una cafetería cercana para desayunar y leerlo. Cuál fue mi sorpresa al comprobar que el biógrafo (un tal Miguel Kramskoi ¿pseudónimo?) dejaba translucir un puritanismo insólito de claras tendencias ultracatólicas y se permitía juzgar a lo largo de las páginas a Lord Byron como si el poeta fuera un mal hijo suyo, una oveja negra descarriada de la familia. Para botón muestra, el párrafo con que finaliza el libro: “Si en lugar de mostrarse sensual, hastiado y cínico en sus poemas, hubiese empleado el fuego de su expresión, la valentía de sus imágenes y la gracia de su estilo en levantar el espíritu humano, fuera el mayor de los poetas”. O sea, ¿que la sensualidad no es buena, que sentirse hastiado no es correcto, que el cinismo es un pecado? Lo he leído varias veces para creérmelo y, sí, realmente Kramskoi escribió lo que acabáis de leer y más: en cuanto el biógrafo se refiere al poema Las tinieblas (que él traduce, no sé por qué razón, por La noche final del Universo, comenta que: “si en lugar de describir la desesperación de los últimos hombres, como sucedería si el sol se extinguiese súbitamente, hubiese pintado los cuidados que tendrán, desde millones de siglos antes del fatal acontecimiento, para sustraer a la especie humana de la desolación general de todo ser en la Tierra, a buen seguro que el potente astro poético del gran Byron hubiese impuesto a la literatura frívola la inconmensurable epopeya humana”. ¿Epopeya humana? ¿Literatura frívola? ¿Pero qué le pasa a este hombre? ¿Deja entender que cree en la humanidad? ¿Trabaja para el ABC o para la COPE? ¡Como se puede ser tan hipócrita! ¿Que tiene fe en que esto se arregle? ¿Acaso ignora Kramskoi que la Historia de la Humanidad se ha escrito, desde sus inicios, con sangre y odio? Vamos, hombre, por favor... Pero el biógrafo es incansable, con talante dogmático añade: “(...) Sueño por sueño, es preferible el que sostiene la esperanza que conduce las almas al sacrificio y al heroísmo (...)”. ¿A quién pretende engañar? ¿Prefiere la mentira? ¿Esperanza? Veamos la respuesta de Byron, de su propio puño y letra: “¿Qué es la esperanza? Nada, salvo el colorete de la existencia”. Cualquier persona que haya vivido un poco lo entenderá a la perfección.
En otro parágrafo de la supuesta biografía Kramskoi incluso se mete con Goethe, arrasándolo: “(...) los (poetas) que han clamado en el desierto, por sus falsas concepciones, han tenido demasiada influencia, por desgracia, como la ejercida por Goethe, que con su “Werther” arrastró a la juventud al suicidio (...)”. ¿Pero este hombre sabe de lo que habla? ¿Acaso culpa a la poesía, y aquí concretamente a Goethe, de los suicidios de ciertos jóvenes? ¿Estudió en el seminario y se metió en la guardia civil franquista? Y continúa: “(...) ya que (Lord Byron) presentó un cúmulo de imágenes que Walter Scott califica de espantosas quimeras, en cuya existencia no puede creer el espíritu humano, ¿por qué no cantar las conquistas del porvenir? (...) ¿Por qué no se entregó a los ensueños poéticos de la más sublime de las Utopías, la que librará al hombre de la estrechísima cárcel de la Tierra, donde la vida depende de la existencia del Sol? (...)”. Es que el tío provoca. Es para responderle: ¿Y a usted, qué le parece? Como si el mundo estuviera para ir cantando rositas. Definitivamente he de concluir que el biógrafo estaba loco, extasiado en una especie de nirvana, que se lamentaba que un poeta con tantos dotes como Lord Byron no hubiera hecho lo que el quería, que no hubiera escogido el camino correcto, el de la derecha por supuesto, según su parecer. O sea, que decir Kramskoi, Bush o Aznar pudieran ser sinónimos, enarbolando el lema: “Si no estás conmigo, estás contra mi. Punto”.
Otro ejemplo de lo ya dicho, en el que en principio perdona la vida al poeta, utilizando un lenguaje paternalista propio de sargento chusquero de las jons: “(...) sin embargo, en honor de Byron debemos consignar que si en sus poemas olvidó su misión, en su vida particular hay hechos generosos y heroicos sacrificios. Abandonó los placeres de Venecia para entrar en sociedades secretas cuyo objeto era libertar a Italia de la opresión; ya para ello compró armas, dio dinero y publicó su “Profecía del Dante”, que excitó el entusiasmo patriótico de la juventud (...)”. Esto es demasiado. Aquí el biógrafo ya se hace la picha un lío. En primer lugar se muestra condescendiente con Byron porque a pesar de todo es hijo de dios y, mira, también tiene sus cosas buenas. A continuación le parece la mar de bien eso del tráfico de armas, manipular dinero a su antojo y ¡tachán! la publicación de Profecía del Dante, que Byron escribió precisamente después de leer la obra de Goethe (¡y que el mismo Kramskoi reconoce unas páginas antes, pero en tono contrario!). Se contradice y se le ve el plumero por todas partes.
¿Pero como diablos se puede hablar de ésta manera de Lord Byron, un hombre que escribió frases tan lúcidas como “cuanto más conozco los hombres, menos los quiero; si pudiese decir lo mismo de las mujeres me iría mucho mejor”? ¿Qué le pasaba al supuesto biógrafo? ¿Seguía las indicaciones de algún editor atemorizado por la censura de la época? Pudiera ser, es una circunstancia verosímil y más en un país como éste, tan cobarde a la hora de mostrar la sinceridad y la honradez.
Ironías del estilo como “es fácil morir por una mujer, lo difícil es vivir con ella” —frase actualmente cada vez más conocida y en uso corriente— o “las sonrisas excavan los canales para las lágrimas futuras” nos muestran el profundo sentido del humor del poeta, su delicadeza extrema en cuanto a sensibilidad y, al mismo tiempo, una brutalidad también extrema a la hora de manifestar los sentimientos y emociones. El absurdo, el sufrimiento, la alegría de la existencia. En resumen: era un romántico, en la plena acepción de la palabra. Rebelde, honesto, propenso a decir la verdad, su verdad, sin tener en cuenta lo que opinen los demás. Mostrarse sincero siempre, en todo instante, en cualquier circunstancia. Claro que como todos los humanos Byron también era sucio, cruel, déspota, egoísta, vanidoso. Puede que por eso se avergonzase incluso de sí mismo, que prefiriera estar sólo que mal acompañado, tal como deja entender cuando escribe: “Solo salgo a la calle para renovar la necesidad de estar sólo”. Pero no era peor que cualquiera de nosotros. Puede que no lo disimulara tanto, esa pudiera ser la única diferencia importante. Vivir sin la máscara cotidiana es difícil y resulta muy duro. Es curioso comprobar que la palabra “persona” signifique “máscara”, que provenga de la lengua griega, y que precisamente Grecia fuera la cuna de su muerte física. La vida es un teatro de vida y muerte, aderezada con mentiras. Sin el velo, sin el disfraz se te comen por todos lados, sobretodo si eres un tipo dedicado a la creación, sea pintura, escultura, música o literatura.
Byron entendió de joven que lo único auténtico que había en esta existencia, lo que le hacía palpitar el corazón, la mente y la pluma era la pasión. Y la pasión se manifestaba principalmente en dos concepciones, tal como dice un conocido refrán catalán: “l’amor i la guerra, la sal de la terra” (el amor y la guerra, la sal de la tierra). Amor-guerra. Todo lo demás es gris, falso, teatro, mal rollo, no-vida, dejadez, depresión, involución, mentira... Pero queda una opción, la tercera opción: la creación, la imaginación. La cuarta es el suicidio, la muerte.
Decepcionado por la sociedad de la época que le tocó vivir es comprensible que su pensamiento hacia las gentes que le rodeaban fuera más bien negativo: “la gran sociedad es una horda de refinados, formada por dos potentes tribus: los que aburren y los aburridos”. Contemplamos aquí con claridad meridiana la batalla contra la que luchó siempre, desde que nació. La terrible lucha contra el aburrimiento que los seres humanos libramos cotidianamente en este camino irreversible hacia la muerte, y que Charles Baudelaire sabría definir y complementar más adelante con lo que el poeta francés denominaría spleen (tedio, aburrimiento, dejadez...).
¿Cómo puede, por todo ello, un tipo como Miguel Kramskoi escribir una biografía sin tener en cuenta todos estos aspectos humanos, incluso ignorar o dejar en segundo término la marginación que sufrió el poeta por ser cojo? Porque aunque es posible que tuviera complejo me jugaría el cuello que más de dos se mofaron de él por esta cuestión, seguro que se burlaron, hicieron bromas y lo hirieron en lo más profundo del alma. ¿Cómo tenía que responder el poeta, entonces? ¿Tenía que poner la otra mejilla, como explica el bonito cuento de Jesús? Esto no es un cuento, es la cruda realidad. Y si te golpean, tienes que golpear, cuento más fuerte mejor, porque ellos van a matar. Los humanos somos así; insistir en ello no mejora nada, pero reconocerlo puede que sí. No podremos mejorar nunca si no sacamos toda la mierda fuera. Puede que muramos en el intento, pero es el único camino. Enseñándonos las vergüenzas. Además, ¿a quién le importa la especie humana tal como es?
¿Qué importa que Byron se enrollase con su hermana? El incesto se ha dado a lo largo de toda la vida, y en todas las clases sociales, preferentemente en las aristocráticas, también en pueblos enteros para la propia supervivencia y, ¿por qué negarlo u ocultarlo?, por simple placer, necesario para sobrevivir en esta mísera vida. Pero sólo se ha dado el visto bueno cuando se hacía entre miembros de la monarquía o la aristocracia imperante, con la excusa de sangres azules o divinas, que por cierto siempre han vivido a costa de los millones de esclavos que formamos la mayoría de la población mundial. Así están ahora los chicos de chiflados, con tanta mezcla familiar (y es que no hay para menos).
Como Sócrates, “sólo sé que no sé nada”, pero estoy convencido que Miguel Kramskoi no sabía casi nada de literatura cuando escribió la supuesta biografía (suerte que es tamaño pulga y no molesta demasiado en la biblioteca; incluso la considero una rareza genuina que demuestra, una vez más, la presencia continua de imbéciles integrales revoloteando a nuestro alrededor).
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